Quienes tengan un familiar o amigo que haya sufrido un graveaccidente, dejándolo al borde de la muerte, cuya consecuencia haya sido unaparálisis del tren inferior o hasta el cuello, podrán empatizar directamentecon la compleja situación de esa persona. Y para quienes no conocemos alguienasí directamente, pues basta un simple ejercicio de empatía e imaginación.Imagina que un día despiertas y no te puedes mover, como a veces nos ocurredurante una pesadilla o una parálisis de sueño. Si esos segundos sonterroríficos, piensa lo que implicaría mantenerse contantemente en ese estado.Terrible, ¿no?
Y si, luego de un tiempo, llegase alguien y te dijera quepuedes volver a caminar, pero primero tienen que implantarte un par deinterfaces cerebro-computador (BCI) en la superficie del cerebro. Probablementeaceptarías los riesgos de la operación, ya que no hay mucho que perder. Bueno, algoasí es lo que le sucedió a Thibault, un óptico francés que se rompió su cuellohace unos seis años.
Claro que no basta con los implantes en la superficie delcerebro para volver a caminar. Es por eso que el experimento consta de lavinculación de los implantes a un exoesqueleto controlado por los pensamientosdel usuario de los implantes. Es decir, un exoesqueleto controlado mediante latelekinesis que surge gracias a la decodificación de las intenciones delcerebro de Thibault gracias a las BCI en su cabeza.
Con el fin de reducir los riesgos de la implantación de losdispositivos al interior del cerebro, considerando que los electrodos secorroen con el tiempo y pueden dañar el tejido neuronal y vascular, Alim LouisBenabid, de la Universidad de Grenoble Alpes (Francia), y sus colegas colocaronlos electrodos en la parte superior del cerebro, apoyados en su resistentemembrana exterior. "Si hay algún tipo de infección, se quedaráfuera", dice Benabid.

Para comenzar con el entrenamiento y la asimilación de losimplantes de la actividad cerebral, los investigadores le pidiendo al hombreque se sometiera a varios escáneres cerebrales para poder trazar un mapa de laszonas que se activan cuando piensa en caminar o mover los brazos. Acontinuación, sustituyeron dos discos de cráneo de 5 centímetros, uno a cadalado de la cabeza, por los sensores cerebrales, que tienen electrodos en suparte inferior.
Thibault practicó el uso de los sensores, primero intentandomover un avatar con forma de exoesqueleto en un ordenador. Luego se ató altraje y aprendió a hacer que empezara a caminar hacia delante, mientras sesostenía desde arriba. "Me sentí como el primer hombre en la luna",dice Thibault. "Llevaba dos años sin caminar. Había olvidado que antes eramás alto que muchos de los presentes. Fue muy impresionante".
El próximo objetivo del equipo es conseguir que elexoesqueleto se autoequilibre. "Lo que necesitamos es una mayor velocidadde cálculo; aún no tenemos el tiempo de reacción", dice Benabid. "Imaginatodos los ajustes que haces para mantenerte en pie", dice Vaidyanathan."Si pudieras contar con el robot para una cierta estabilización, entoncescaminar sería potencialmente posible".
Thibault también aprendió a utilizar los brazos del trajepara tareas cada vez más complejas, como girar las muñecas, alcanzar objetivosy utilizar ambas manos simultáneamente. Sin embargo, el trabajo no fuesencillo. Antes de Thibault, hubo otra persona a la que se le colocaron losimplantes, pero dejaron de funcionar a los pocos segundos de ser encendidos,debido a un fallo técnico. "Estaba decepcionado", dice Benabid.
Los fracasos son partes de estos experimentos, pero tambiénayudan a poner atención en los factores que hay que mejorar para que latecnología sea más compatible al cuerpo. Esta no es la primera vez que graciasa este tipo de implantes personas paralíticas logran recuperar su movilidad. Comoplanteó Elon Musk en algunos de sus tweets, respondiendo dudas sobre Neuralink,su compañía de interfaces cerebro-computador, otra de las opciones es implantarestos dispositivos directamente en la zona afectada de la espina dorsal,reemplazando los nervios rotos con los electrodos y reconectando estos nerviosal sistema nervioso general.
Este método fue aplicado con éxito recientemente en unestudio llevado a cabo en Suiza, cuyos resultados fueron publicados en larevista Nature. Gracias al trabajo pionero del Dr. Gregoire Courtine y suscolegas del Swiss Federal Institute of Technology in Lausanne (EPFL), eseimplante es el primero que imita específicamente las señales eléctricas delcerebro para controlar el movimiento de la parte inferior del cuerpo.
Quizás el momento más icónico de la cooperación entre unhumano, una BCI y un exoesqueleto tuvo lugar en la fiesta inaugural del mundialde fútbol en Brasil 2014. En esa ocasión, Juliano Pinto, un parapléjico, logródar el puntapié inicial al primer partido de la copa gracias a un exoesqueletomanejado por una BCI desarrollada por un equipo liderado por uno de lospioneros del campo de las BCI, el Dr. Miguel Nicolelis, que empezó a dar formaa este nuevo campo durante la década de los noventa y estuvo presente en muchosde los grandes hitos en el avance de las BCI.
Estos tres ejemplos son solo algunos de los indicios que apuntan en la dirección de un futuro fascinante en el que los hombres, las BCI y los exoesqueletos colaboran no solo para devolverle la movilidad a personas parapléjicas, sino incluso para potenciar las capacidades físicas de obreros, soldados o atletas. Un uso particularmente sugestivo sería el de usar esta combinación, con o sin la inclusión de BCI, en una potencial colonia marciana. Simplemente porque agilizaría y potenciaría a los trabajadores ocupados en construir la infraestructura necesaria para mantener una colonia autosustentable en el inhóspito planeta rojo. Un futuro fascinante en el cual la inteligencia humana y la tecnología suman fuerzas para llevar nuestro potencial más allá de los límites actuales.


