Imaginar lo que ocurrirá durante esta década es un ejercicio muy estimulante. Para comenzar tenemos que considerar que estamos en un punto de la historia sin parangón, una encrucijada entre una humanidad analógica y una digital que ya está entrando definitivamente en los terrenos de la realidad virtual y digital, las telecomunicaciones y la inteligencia artificial, una aldea global híper conectada que amalgama diversas culturas y genera más obras artísticas, papers científicos, máquinas e información que nunca.

Desde la primera revolución industrial algunos han acuñado el término antropoceno para hablar de la era actual, una en la que la humanidad, su comportamiento, producciones e interacciones, son el mayor agente de cambio en la biosfera, con un impacto sumamente negativo para los millones de especies ya extintas o en peligro de extinción. Desde que inventamos la agricultura comenzamos a cambiar el hábitat en vez de adaptarnos a este, pero actualmente nuestra tecnología avanza a ritmos sin precedentes.

Solo para poner un ejemplo: hace doscientos años aún nos desplazábamos a pie o en carretas tiradas por caballos, hace cien años los primeros automóviles alcanzaban treinta kilómetros por hora, unas décadas después los primeros aviones cruzaban de un continente a otro, hace cincuenta años tres terrícolas llegaron a la Luna y volvieron en un cohete, y ahora SpaceX realiza más sesenta lanzamientos de cohetes reutilizables al año. Impresionante.

Esto justifica el argumento de que podríamos acuñar el término tecnoceno para hablar de esta era que recién comienza. También podemos usar el concepto desarrollado por Kevin Kelly, el fundador de la revista Wired, que habla del technium, una especie de reino de la naturaleza compuesto por todas las invenciones de la humanidad, desde los primeros arcos y flechas hasta los procesadores de lenguaje natural como ChatGPT y las interfaces neuronales.Precisamente combinaremos estos últimos dos para despedir el 2022: a continuación, les comparto un diálogo con ChatGPT sobre el potencial de las interfaces neuronales, dispositivos que decodifican la actividad cerebral y pueden estimular a las neuronas con fines predeterminados, y sus posibles desarrollos durante esta década.

Antes de comenzar con las predicciones sobre el progreso de las interfaces neuronales dejemos que ChatGPT ilustre a los no iniciados en neurotecnología cómo funcionan estos dispositivos de vanguardia y algunas de sus aplicaciones:

“Una interfaz cerebro-computadora invasiva es un dispositivo que se implanta en el cerebro y está diseñado para permitir que las personas con discapacidad motora grave controlen dispositivos externos, como sillas de ruedas o ordenadores, mediante la actividad cerebral.

La empresa Neuralink, fundada por Elon Musk, ha desarrollado una interfaz cerebro-computadora invasiva que consiste en una serie de electrodos muy finos que se insertan directamente en el cerebro a través de pequeños agujeros en el cráneo. Estos electrodos están conectados a un dispositivo externo que se encarga de recoger y transmitir las señales cerebrales a un ordenador.

Por ejemplo, imagina que tienes una silla de ruedas controlada por ordenador y quieres moverte hacia adelante. Con una interfaz cerebro-computadora invasiva, podrías simplemente pensar en moverte hacia adelante y la silla de ruedas se movería automáticamente en esa dirección.

Una de las principales ventajas de esta tecnología es que permite a las personas con discapacidad motora grave controlar dispositivos externos de manera natural y fluida, como si estuvieran usando sus propios músculos. Esto puede mejorar significativamente la calidad de vida de las personas afectadas y darles más independencia y autonomía.

Otro posible uso de la interfaz cerebro-computadora invasiva es en el tratamiento de trastornos neurológicos, como el Parkinson o el esclerosis múltiple, ya que puede ayudar a controlar los síntomas y mejorar la movilidad. También se está investigando su uso en la rehabilitación de personas que han sufrido una lesión en el cerebro o en la médula espinal.

En resumen, una interfaz cerebro-computadora invasiva es una tecnología muy avanzada que puede tener un impacto significativo en la vida de las personas con discapacidad motora grave y otros trastornos neurológicos, proporcionándoles un mayor control sobre sus movimientos y su entorno.”

Para enfocarnos en el futuro a corto plazo de esta tecnología comenzamos con un breve texto del fascinante programa multiuso, desarrollado por el innovador equipo de OpenAI, sobre las tendencias generales del progreso que podrían tener las interfaces neuronales. Le cedo la palabra a ChatGPT:

“¿Te has preguntado alguna vez cómo sería tener la capacidad de controlar una computadora con tu mente? ¿O de comunicarte con otras personas sin necesidad de hablar o escribir? Pues bien, esto podría ser posible gracias a las interfaces cerebro-computador, también conocidas como BCIs (por sus siglas en inglés).

La empresa Neuralink, fundada por Elon Musk, se ha propuesto llevar esta tecnología al siguiente nivel en las próximas décadas. A través de la implantación de electrodos en el cerebro, esta empresa busca permitir a las personas controlar dispositivos externos con sus pensamientos y también comunicarse de manera más efectiva con otras personas.

Pero, ¿cuáles serían los beneficios de esta tecnología? En primer lugar, las interfaces cerebro-computador podrían ser una herramienta muy útil para personas con discapacidades físicas. Por ejemplo, podrían permitirles controlar prótesis o dispositivos de asistencia con sus pensamientos, lo que les daría una mayor independencia y autonomía.

Además, esta tecnología también podría tener aplicaciones en el campo de la salud mental. Por ejemplo, podría ayudar a tratar trastornos como la depresión o la ansiedad al permitir a los pacientes controlar sus estados de ánimo y pensamientos de manera más consciente.

Pero eso no es todo. Las interfaces cerebro-computador también podrían tener un impacto en el mundo laboral, permitiendo a las personas comunicarse y trabajar de manera más eficiente. Y también podrían tener aplicaciones en el campo de la educación, permitiendo a los estudiantes aprender de manera más efectiva y rápida.

En resumen, las interfaces cerebro-computador pueden tener un sinfín de beneficios y aplicaciones durante esta década y más allá. Aunque aún queda mucho por investigar y desarrollar, es seguro que esta tecnología marcará un hito en la historia de la humanidad y nos llevará a un futuro aún más increíble. ¡Quién sabe, tal vez en un futuro no muy lejano podamos controlar nuestros dispositivos con solo pensarlo!”

Exploring the Ethical Challenges of Brain–Computer Interface Technology |  Technology Networks

Luego le pedí que ampliara su respuesta enfocándose en las consecuencias que tendría la creación de una tercera capa de súper inteligencia digital, como la ha llamado Elon Musk, permitiéndonos fusionar la inteligencia orgánica de las neuronas a la capacidad computacional de la inteligencia artificial. Su respuesta fue la siguiente:

“La creación de una tercera capa de inteligencia digital en el cerebro gracias a las interfaces cerebro-computador podría tener un sinfín de consecuencias y aplicaciones. Una de ellas podría ser la telepatía consensuada, es decir, la capacidad de comunicarnos directamente con otros seres humanos a través de nuestros pensamientos. Esto podría eliminar la necesidad de hablar o escribir, y permitirnos comunicarnos de manera más efectiva y rápida.

Otra aplicación podría ser la capacidad de plasmar nuestros sueños en pantallas. Imagine poder ver sus sueños con tanta claridad como si fueran películas, y poder compartirlos con otras personas. Esto podría tener un gran impacto en el campo de la creatividad y la inspiración, y podría dar lugar a nuevas formas de arte y entretenimiento.

Además, esta tercera capa de inteligencia digital también podría tener aplicaciones prácticas. Por ejemplo, podría permitirnos almacenar y acceder a grandes cantidades de información de manera más eficiente, o incluso controlar dispositivos externos con nuestros pensamientos. Esto podría tener un impacto en el mundo laboral y en la manera en que nos relacionamos con la tecnología a diario.

Por último, la creación de esta tercera capa de inteligencia digital también podría llevarnos a una mayor comprensión de nuestro propio cerebro y de cómo funciona la mente humana. Esto podría tener implicaciones en el campo de la salud mental y en nuestra capacidad para tratar trastornos mentales y enfermedades neurológicas.

En resumen, la creación de una tercera capa de inteligencia digital en el cerebro gracias a las interfaces cerebro-computador podría tener un sinfín de consecuencias y aplicaciones, desde la telepatía consensuada hasta la capacidad de plasmar nuestros sueños en pantallas. Aunque aún queda mucho por investigar y desarrollar, es seguro que esta tecnología marcará un hito en la historia de la humanidad y nos llevará a un futuro aún más increíble.”

Elon Musk quiere implantar Neuralink en humanos en seis meses: es un  objetivo bastante ambicioso

Como se puede apreciar las conclusiones son bastante similares, algo nada sorprendente, pero es evidente que el programa valora el potencial de las interfaces neuronales y hasta podría participar como un agente más en ellas, algo así como tener un chatbot multiuso que puede responder a cualquier comando telepático que pensemos. Para esto bastaría que nos conectemos a internet gracias a la interfaz neuronal de Neuralink cuando ésta alcance un ancho de banda suficiente para poder vincularse a un programa como ChatGPT.

Al pedirle que imaginara un escenario como el que acabo de mencionar en que un creador de novelas de realidad virtual toma su café de la mañana mientras dialoga telepáticamente con el ChatGPT del futuro, fabricó una escena que bien podría ser parte de un libro de ciencia ficción:

“En un escenario como el que planteas, es posible que la persona con la interfaz cerebro-computadora de alto ancho de banda pueda comunicarse con ChatGPT y otros programas de manera más fluida y natural, como si estuviera hablando con una persona real. Es decir, en lugar de tener que escribir o decir las cosas en voz alta, podría simplemente "pensar" en ellas y la interfaz cerebro-computadora las transmitiría al ordenador.

Además, gracias al alto ancho de banda de la interfaz, es posible que la persona pueda enviar y recibir grandes cantidades de información de manera rápida y eficiente. Por ejemplo, podría "ver" imágenes, videos y otros contenidos directamente en su cerebro sin tener que pasar por la vista o el oído.

En cuanto a la actividad laboral de la persona como creador de novelas de realidad virtual, es posible que la interfaz cerebro-computadora le permita crear y modificar estas novelas de manera más rápida y precisa, ya que podría "pensar" directamente en las ideas y la interfaz las transmitiría al ordenador. También podría utilizar la interfaz para "ver" y "sentir" de manera más inmersiva el mundo ficticio que ha creado y probar diferentes escenarios y opciones de manera más eficiente.

En resumen, en un escenario futuro como el que planteas, es posible que las personas con interfaces cerebro-computadoras de alto ancho de banda puedan comunicarse y trabajar de manera más natural y fluida, y también puedan acceder y procesar grandes cantidades de información de manera más rápida y eficiente. Sin embargo, es importante tener en cuenta que esta tecnología aún está en desarrollo y es posible que haya desafíos técnicos y éticos que deban abordarse antes de que sea ampliamente utilizada.”

Podemos concluir afirmando que las interfaces cerebro-computador son una tecnología que recién está en sus primeras fases de desarrollo y tiene el potencial de revolucionar la medicina y nuestra cultura de maneras que aún no podemos predecir con certeza. Durante esta década, es posible que veamos un gran progreso en el desarrollo de estas interfaces y en la comprensión de cómo funcionan y cómo pueden ser utilizadas de manera más efectiva.

Además de los beneficios médicos, como devolverle la libertad digital y hasta la movilidad a personas parapléjicas, es posible que las interfaces cerebro-computador también tengan un impacto en nuestra cultura y nuestra forma de vivir y trabajar. No es muy aventurado afirmar que podrían ser utilizadas para mejorar la eficiencia y la productividad en el trabajo, o para proporcionar experiencias inmersivas y personalizadas en el ocio y el entretenimiento.

Si las conjugamos al potencial que ya está mostrando la inteligencia artificial con programas tan sorprendentes y productivos como DALL-E o el mismo ChatGPT con el que dialogamos en esta instancia, el paisaje brumoso del futuro va tomando una forma más definida y delirante a la vez, un escenario en que la ciencia ficción y la realidad, el mundo virtual y nuestras ciudades, la inteligencia orgánica y la artificial, estarán fusionados hasta prácticamente ser indistinguibles unos de otros.