Una de las inquietudes más grandes y misteriosas que enfrenta todo ser humano en el transcurso de su vida es pensar sobre lo que ocurre al morir. Evidentemente no podemos constatar si la conciencia pervive o no más allá de la muerte de nuestro cuerpo, ni tenemos recursos tecnológicos para tratar de indagar en ese territorio donde todas las fronteras se difuminan. Pero lo que sí puede lograr la ciencia es investigar qué ocurre durante el proceso de la muerte. Es difícil definir en qué momento exacto alguien muere, pues, si bien solemos asociar la muerte a cuando el corazón deja de palpitar, la verdad es que el cerebro sigue activo durante varios minutos más después de eso.
Precisamente al registrar la actividad cerebral se puede deducir qué ocurre en la mente de una persona gracias a los patrones de actividad neuronal en su cerebro. Es por esto que, si pensamos en esta materia, podemos especular que con tecnologías cada vez mejores en la tarea de registrar la actividad cerebral en tiempo real podríamos aprender algo sobre este proceso. Precisamente esto es lo que está desarrollando Neuralink, la empresa cofundada por Elon Musk, que diseña y fabrica interfaces cerebro-computador.
Si bien sus objetivos a corto y largo plazo se enfocan en otras materias, como tratar de remediar problemas neurológicos, devolver libertad digital a personas tetrapléjicas e incluso recuperar la movilidad de sus extremidades, hasta lograr una simbiosis segura y confiable con la inteligencia artificial, no podemos descartar que, mediante ensayos clínicos o investigaciones académicas posteriores, estos dispositivos, implantados directamente en la superficie cortical del cerebro, nos entreguen información valiosa sobre lo que ocurre en el cerebro de una persona al morir.
Precisamente esto es lo que ocurrió con un paciente que sufría de epilepsia, y era tratado con otra interfaz cerebro-máquina, que murió de improviso por un ataque cardíaco. El estudio, publicado en la revista Frontiers in Aging Neuroscience, no se diseñó específicamente para medir la actividad del cerebro en torno al momento de la muerte, sino que fue una cuestión de casualidad. Los investigadores estaban monitorizando continuamente las ondas cerebrales de un paciente con epilepsia de 87 años mediante un EEG, para vigilar la aparición de ataques. Sin embargo, durante el tratamiento, el paciente sufrió de repente un ataque al corazón y murió.
Así, los investigadores consiguieron registrar 15 minutos de actividad cerebral en torno al momento de la muerte. Se centraron en los 30 segundos posteriores al momento en que el corazón dejó de latir, y detectaron un aumento de la actividad en los tipos de ondas cerebrales conocidos como oscilaciones gamma. Éstas están implicadas en procesos como el sueño, la meditación y la recuperación de la memoria, lo que permite vislumbrar lo que una persona puede estar experimentando durante sus últimos momentos.

"Mediante la generación de oscilaciones que intervienen en la recuperación de la memoria, el cerebro podría estar recordando por última vez acontecimientos importantes de la vida justo antes de morir, de forma similar a lo que ocurre en las experiencias cercanas a la muerte", afirma el Dr. Ajmal Zemmar, autor principal del estudio. "Estos hallazgos desafían nuestra comprensión de cuándo termina exactamente la vida y generan importantes preguntas posteriores, como las relacionadas con el momento de la donación de órganos".
El equipo afirma que las observaciones indican que el cerebro es capaz de mantener una actividad coordinada incluso después de que la sangre deje de fluir por él. Anteriormente se habían detectado cambios similares en las ondas gamma en torno al momento de la muerte en ratas, pero ésta es la primera vez que se detecta dicha actividad en humanos.
Por supuesto, los resultados deben tomarse con cierta precaución, subraya el equipo. Los datos proceden de un solo estudio de caso, y eso que se trataba de un paciente cuyo cerebro se había lesionado y sufría una actividad inusual relacionada con la epilepsia. Los investigadores esperan seguir investigando en otros casos.
"Algo que podemos aprender de esta investigación es: aunque nuestros seres queridos tengan los ojos cerrados y estén listos para dejarnos descansar, sus cerebros pueden estar reproduciendo algunos de los momentos más agradables que experimentaron en sus vidas", dijo Zemmar.
Uno de los rasgos más sorprendentes que reveló este suceso es que el cerebro, al menos de este paciente en particular, cuya actividad fue registrada durante la muerte, demostró patrones de actividad coordinada incluso después de que cesará el flujo de sangre que permite la actividad cerebral. Al ser un estudio improvisado de un solo paciente no podemos apresurarnos a sacar conclusiones que se apliquen a más personas, pero sin duda que es un hito importante, que deja más incógnitas que respuestas, pues es la primera vez que se registra en vivo lo que ocurre en un cerebro humano durante la muerte.
Es probable que, en el futuro cercano, con el aumento de este tipo de interfaces cerebro-máquina, como la fabricada por Neuralink, y su distribución en centros de investigación médica, sumado a la mayor aprobación de la eutanasia, veamos nuevos episodios, esta vez premeditados en que personas sin daños cerebrales ostensibles como este hombre, o incluso científicos que están a punto de morir, participen de este tipo de estudios por voluntad propia. Así podremos aprender más del gran misterio que se abre ante nosotros cuando pensamos en que ocurre le ocurre a la conciencia y al cerebro cuando morimos.
Bibliografía:
https://newatlas.com/medical/first-recording-dying-human-brain-activity/
https://www.frontiersin.org/articles/10.3389/fnagi.2022.813531/full


