La música se inventó antes de que los primeros homos sapiens comenzarán a tallar flautas y percutir ritmos con palos. Si no lo crees, ponte a escuchar la lluvia. Es difícil establecer con claridad qué sucedió primero en cuanto a la evolución de la cultura humana, si la música o el lenguaje, porque, en cierta medida, la música también es un lenguaje, quizá el más bello, etéreo y directo, pero intraducible, de todos. Es por esto que ha ocupado un lugar central en todas las culturas, desde las tribus más pequeñas esparcidas por los desiertos australianos, hasta los esquimales del círculo polar ártico, los antiguos griegos, las liturgias en las catedrales medievales y el jazz de la comunidad afroamericana en Chicago de mitad del siglo pasado. Hasta llegar a nuestros días y estar a un par de clics de distancia en esa enciclopedia de música que es el internet.
Somos afortunados de poder participar del gozo que genera la experiencia musical con tanta facilidad. En la noche anterior a la de componer este artículo, gracias a la lectura de un de los ensayos bonsái del escritor argentino Fabián Casas, di un par de saltos por agujeros de gusano de la web y le di play a uno de los primeros discos de Pink Floy, A Saucerful Of Secrets, el último con ese genio atormentado de Syd Barret. Una maravilla para los oídos que, junto al resto de la discografía del grupo, de alguna manera inventó los sonidos del futuro. Con esto quiero decir que influyeron en la manera en que percibimos el sonido, la interacción entre sonidos análogos y eléctricos, la forma en que escuchamos y componemos música.
Pero en esta ocasión los quiero llevar a un viaje que tiene el potencial de transformar aún más que esto, de revolucionar la forma en que escuchamos la música a nivel de sentido. De revolucionar nuestro sentido auditivo para escuchar música directamente en el cerebro. Pero, cómo podría ser esto posible, es una pregunta a la que intentaremos responder.
Primero hay que aclarar que la audición consta de ondas vibratorias que viajan a través del oído externo por el pabellón auditivo hasta llegar al tímpano. Desde aquí, la cadena de huesos, formada por el martillo, el yunque y el estribo, recibe esta vibración y la envía al oído interno, donde la cóclea estimula las células ciliadas del oído interno que envían impulsos eléctricos a través de los nervios auditivos hasta llegar al cerebro.
Y es el cerebro el que tiene la clave del asunto, pues no es que escuchemos con nuestros oídos. En última instancia son algunas comunidades neuronales del cerebro las que procesan los estímulos sonoros que llegan a él mediante los canales auditivos, para transformar esa información en un conjunto ordenado, generando la sensación de que escuchamos la voz de un ser querido o una de nuestras canciones preferidas. Es por esto que el cerebro está siendo el foco de múltiples investigaciones que tratan de entender este proceso en mayor detalle, y, asimismo, se están desarrollando neurotecnologías que pretenden cosechar el potencial de las neuronas mediante estímulos eléctricos que podrían contribuir a un sinfín de cosas, desde aliviar los síntomas del Parkinson, hasta devolverle la movilidad a personas tetrapléjicas o lograr que escuchemos música directamente en el cerebro.
Si, así como se lee, hablamos de las interfaces cerebro-computador, y especialmente de Neuralink, la compañía cofundada por Elon Musk que está elaborando BCIs, por sus siglas en inglés, invasivas, lo que quiere decir que se implantan directamente en el cerebro, para lograr esto, entre muchos otros objetivos al alcance de una tecnología que pude transformar radicalmente nuestros sentidos, nuestra salud, nuestra relación con la inteligencia artificial y el internet, hasta llegar a reformular los potenciales de lo que pude hacer un humano. Musk parece bastante confiado de que podrán lograr escuchar música directamente desde el chip, como respondio en un tweet de 2020.
https://twitter.com/elonmusk/status/1284912420826148865
En primera instancia partiremos por resumir los resultados de un estudio de un grupo de investigadores de MIT, publicado en marzo por la revista Current Biology, que arrojó una conclusión sorprendente y potencialmente muy útil para entender cómo el cerebro percibe y registra la música. Estudio que fue posible gracias a interfaces cerebro-computador menos avanzada que las de Neuralink. Los investigadores encontraron neuronas que se activan específicamente cuando escuchamos la conjunción de voz (o canto) y música instrumental. Éstas se encuentran en el córtex auditivo y parecen responder a esa combinación específica, pero no al habla normal ni a la música instrumental. Los investigadores afirman que se desconoce qué es lo que hacen exactamente y que habrá que seguir trabajando para descubrirlo.
"El trabajo proporciona evidencia de una segregación relativamente fina de la función dentro de la corteza auditiva, de una manera que se alinea con una distinción intuitiva dentro de la música", dice Sam Norman-Haignere, un ex postdoc del MIT que ahora es profesor asistente de neurociencia en el Centro Médico de la Universidad de Rochester.
El trabajo se basa en un estudio de 2015 en el que el mismo equipo de investigación utilizó imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para identificar una población de neuronas en la corteza auditiva del cerebro que responde específicamente a la música. En el nuevo trabajo, los investigadores utilizaron grabaciones de la actividad eléctrica tomadas en la superficie del cerebro, lo que les proporcionó información mucho más precisa que la fMRI.
"Hay una población de neuronas que responde al canto, y muy cerca hay otra población de neuronas que responde ampliamente a mucha música. A escala de la RMNf, están tan cerca que no se pueden separar, pero con las grabaciones intracraneales obtenemos una resolución adicional, y eso es lo que creemos que nos permitió distinguirlas", dice Norman-Haignere.
El punto activo específico de la canción que encontraron se encuentra en la parte superior del lóbulo temporal, cerca de las regiones que son selectivas para el lenguaje y la música. Esta localización sugiere que la población específica de la canción puede responder a características como el tono percibido, o la interacción entre las palabras y el tono percibido, antes de enviar la información a otras partes del cerebro para su posterior procesamiento, dicen los investigadores.
Los investigadores esperan ahora saber más sobre qué aspectos del canto impulsan las respuestas de estas neuronas. También están trabajando con el laboratorio de la profesora del MIT Rebecca Saxe para estudiar si los bebés tienen áreas selectivas para la música, con la esperanza de aprender más sobre cuándo y cómo se desarrollan estas regiones del cerebro.
Este estudio establece de forma clara una correlación entre la combinación de canto y música con una comunidad neuronal específica en el córtex auditivo. Esto se logró a una técnica posibilitada por interfaces cerebro-máquina implantadas directamente en el cerebro. Precisamente la misma técnica con la que trabaja Neuralink para registrar con mayor precisión la actividad cerebral y poner estimular grupos neuronales específicos mediante los electrodos del Link.
Los resultados del estudio invitan a especular que, de aplicarse a grupos de estudio más grande, algo de lo que sería capaz Neuralink una vez que sea aprobado su dispositivo por la FDA, la calidad y el volumen de los datos aumentará significativamente. Con esta información los algoritmos del Link podrán ir modulando y generando modelos cada vez más precisos de con qué estímulos específicos interactúan estos grupos neuronales. Hecho esto se podría llegar a aprender de un modo mucho más preciso y en tiempo real cómo ocurre la interacción entre la música y el cerebro. Lo que lleva a la idea de que el Link podría estimular esa zona específica del cerebro con las señales eléctricas que traducen tu canción favorita. Podrías escuchar esa canción sin “escuchar” el estímulo sonoro exterior de la misma canción.
Precisamente sobre esta posibilidad conversaron Tim Urban, el escritor del fabuloso blog Wait But Why, y Lex Fridman, en su podcast hace unas semanas. Ante la pregunta de Lex sobre qué era lo que más lo excitaba de los potenciales que posee Neuralink, luego de hablar de algunos de los objetivos a largo plazo de la compañía, Tim se enfocó en algo que cree mucho más posible a corto plazo, qué escuchemos música mediante el Link directamente en nuestros cerebros. Esto fue lo que dijo:
Tim Urban sobre escuchar música directamente al cerebro con Neuralink. [Ver desde 1:28:06 hasta 1:29:53]
“Así que, tal vez una fase menos avanzada, piensa en cuando escuchas una canción. ¿Qué está pasando? ¿Escuchas el sonido? De hecho, no, el sonido viene del parlante, el parlante está vibrando, hace vibrar moléculas de aire, esas moléculas de aire vibran hasta llegar a tu cabeza, las ondas de presión, y luego vibra tu tímpano. Tu tímpano es el parlante de verdad en tu cabeza que luego hace vibrar huesos y fluidos, que luego estimulan neuronas en tu córtex auditivo, lo que te da la percepción de que estás escuchando sonido.
Ahora si piensas sobre eso, ¿de verdad necesitamos un parlante para hacer eso? Podrías tener una cosa pequeña que hace vibrar tus tímpanos, podrías hacerlo de esa manera, eso parece muy difícil, pero lo que de verdad necesitas, si vas hasta el final, lo que en verdad debe ocurrir es que las neuronas de tu córtex auditivo deben de ser estimuladas de una manera precisa. Si tienes un montón de electrodos de Neuralink dentro, y estos son muy buenos estimulando cosas, podrías reproducir una canción en tu cabeza que tú escuchas, y no se está reproduciendo en ningún otro lugar, no hay sonido en la pieza, pero tú lo escuchas, y nadie más puede. No es que puedan acercarte a tu cabeza y escucharlo. No hay sonido. Ellos no pueden escuchar nada, pero tú sí. Sacas tu teléfono, abres la aplicación de Neuralink, o básicamente puedes abrir Spotify, y puedes reproducir en tu parlante, tu computador, directamente a tus audífonos o ahora tienes una nueva: puedes reproducirla en tu cerebro. Esta es una de las cosas más tempranas, Es algo que parece muy factible.”
Suena increíble, ¿no? Pero, si somos francos con nosotros mismos, lo mismo hubiéramos dicho en el lugar de nuestros tatarabuelos si en 1900 les decíamos que en poco más de cien años podrían llevar en el bolsillo un artilugio tecnológico con el cual podrían acceder a una infinidad de canciones y enchufar unos cables con audífonos para escucharla aislando el ruido exterior, tal y como si improvisáramos una sala de concierto en nuestra cabeza en cosa de segundos.
Tim, en una de sus respuestas a los mails que les llegan de sus lectores de alrededor del mundo también respondió porqué es que nos hacemos adictos a una canción en particular y la queremos escuchar una y otra vez. De nuevo, la respuesta está en el cerebro:
“No saber por dónde va la canción puede ser intelectualmente interesante, pero lo que nuestro cerebro realmente quiere hacer es bailar mentalmente con la canción, y no puede hacerlo si no conoce los "pasos". Por eso una canción pegadiza sólo está bien la primera vez, pero puede convertirse rápidamente en orgásmica cuando la escuchamos unas cuantas veces y nuestro cerebro le coge el tranquillo. Una vez que nuestro cerebro memoriza una canción, ésta tiene un camino especial tallado en nuestra cabeza y se siente muy bien encender ese camino al escuchar la canción (y si no le damos la oportunidad a nuestro cerebro, puede empezar a encender el camino por sí mismo, y la canción se queda "pegada en tu cabeza").”
Retornando a Neuralink y Elon Musk, es muy probable que estemos cerca de leer el anuncio de que la compañía ha recibido la aprobación de la FDA para comenzar los primeros ensayos clínicos en humanos. Una vez que esto ocurra, si todo sale bien, será cosa de un año o dos para que el Link se comience a ofrecer para investigaciones académicas, como las que cubrimos anteriormente, y salga al mercado. Si se cumplen los pronósticos de Tim y Elon Musk sobre que en un par de años podremos estar escuchando música directamente en nuestro cerebro, está por verse. Pero todo indica que nuestra relación con la música seguirá cambiando y evolucionando en la medida en que tecnologías como estas interfaces cerebro-computador nos permitan reconfigurar nuestros sentidos y revolucionar una de las experiencias más placenteras y antiguas que podemos vivir.
Bibliografía:
https://www.cell.com/current-biology/fulltext/S0960-9822(22)00131-2
https://waitbutwhy.com/2021/04/mailbag-2.html


